Hace tres mil quinientos millones de años, un objeto misterioso en el borde de una galaxia distante arrojó un estallido de energía de radio, intensamente brillante y desaparecido, que se disparó a través del universo.
Ese pulso de energía, conocido por sus fanáticos en la comunidad astronómica como un fast radio burst (FRB), pasó a través de un desierto de gas, polvo y espacio vacío en su viaje de miles de millones de años, extendiéndose lentamente y cambiando de color a medida que avanzaba. Luego, durante menos de un milisegundo en 2018, la explosión pasó a través de un telescopio especial en el interior australiano de la Tierra, dando a los científicos una oportunidad única de dar la mano a una de las formas de energía más misteriosas del universo.
De acuerdo con los autores de un estudio publicado ayer 27 de junio en la revista Science, es la primera vez que los astrónomos han rastreado con éxito un FRB único hasta sus orígenes en el espacio y el tiempo. Comprender de dónde provienen los FRB permite a los científicos explorar las vastas extensiones de materia entre sus galaxias anfitrionas y la Tierra, y tal vez incluso localizar bolsas de protones y neutrones no descubiertos que se cree que acechan entre galaxias.
Jean-Pierre Macquart, investigador del Centro Internacional para la Investigación de Radioastronomía (ICRAR), dijo en un comunicado:
«Estos estallidos están alterados por la materia que encuentran en el espacio. Ahora podemos identificar de dónde vienen, podemos usarlos para medir la cantidad de materia en el espacio intergaláctico».
Estallando en la escena
Desde que se descubrió el fenómeno en 2007, los astrónomos observaron aproximadamente 85 FRB y señalaron los orígenes de uno solo, un destello repetitivo que pulsó 9 veces desde una pequeña galaxia formadora de estrellas durante aproximadamente seis meses en 2016.
En su nuevo estudio, los investigadores detectaron el FRB solitario utilizando una serie de 36 satélites llamado el telescopio Australian Square Kilometer Array Pathfinder (ASKAP). Cuando un FRB pasa la matriz, cada satélite recoge la señal de la ráfaga con una fracción de milisegundo de separación. Usando estas sutiles diferencias de tiempo, los investigadores pudieron averiguar de qué dirección provino la explosión y aproximadamente a qué distancia viajó.
Las observaciones de ASKAP apuntaban a una galaxia del tamaño de Vía Láctea a unos 3.6 billones de años luz de distancia de la Tierra. Con la ayuda de varios otros telescopios grandes de todo el mundo, los investigadores se acercaron a esta galaxia para saber que era relativamente antigua y que no formaban muchas estrellas nuevas.
Según Adam Deller, astrofísico de la Universidad de Tecnología de Swinburne en Australia y coautor del nuevo estudio, las propiedades de esta galaxia distante contrastan con la galaxia que creó un estallido de radio rápido que se detectó en 2016.
Deller dijo en un comunicado:
«El estallido que localizamos y su galaxia anfitriona no se parecen en nada al ‘repetidor’ y a su anfitrión. Viene de una galaxia masiva que está formando relativamente pocas estrellas. Esto sugiere que las explosiones de radio rápidas se pueden producir en una variedad de entornos».
Si bien la repetición de FRB detectada hace unos años probablemente fue creada por una explosión de una estrella de neutrones o supernova (los motores comunes de formación de estrellas en galaxias activas), este estallido individual podría haber sido causado por algo completamente distinto, escribieron los investigadores.
¿Qué más, exactamente? Nadie lo sabe todavía, pero no se han descartado los eructos radioactivos de agujeros negros supermasivos o los motores de naves extraterrestres. Solo al identificar más FRBs, los investigadores podrán desentrañar este misterio cósmico.
El estudio científico ha sido publicado en la revista Science.